No lo encontraba, la discoteca
Copacabana estaba hasta su límite máximo por más que intentaba avanzar un
gentío bailando me hacía retroceder y los tacones dorados número diez tampoco servían
de ayuda en mi propósito. Decidida a avanzar un hombro desconocido me golpeó, volví
la mirada al agresor furiosa de no poder avanzar y que todavía me golpeen pero mi
furia se desvaneció como agua entre los dedos cuando reconocí la cabellera del
chico que hace segundos fue el agresor, ¿podría ser él? O tal vez bajo las
luces sicodélicas podría tratarse solo de un error, aun así no dejé que el tal
vez se alejara. Pasé entre la gente solo por seguirlo, perderlo no era una
opción.
-
Se
me acaba el tiempo. - dije apresurándome. Tenía que ser. Por favor que sea él.
Con el tiempo a premio no podía darme el lujo de revisar a uno por uno, cuando
él se sentó en el sillón aterciopelado, el color regresó a mi cuerpo por haber
encontrado a Justin Bieber, era ahora donde debía atacar. Sin pensarlo más apliqué
lo que dijeron que hiciera cuando lo viera. Seducirlo. Pensando a mil por
segundo, me senté casi encima de él - ¿Me invitas de tu bebida?
Justin Bieber me analizó dos
veces. Sentí que estaba en un consultorio, donde él era un médico y yo una
paciente que esperaba con ansias la aprobación médica para corroborar en el
buen estado que me encontraba. Una extraña sensación ya que nunca he pisado un
hospital, lo que sé es por películas, las cuales mi papá mandaba a traer de la
ciudad.
El doctor Justin Bieber restregó su lengua contra su labio y en un
acto reflejo hice lo mismo degustando el labial rosado. Sabía horrible.
-
¿Has
venido sola? - preguntó.
-
Sí.
Eso era todo lo que él
necesitaba saber. Acarició mi pierna de arriba hacia abajo. Él fue tan fácil,
solo bastó estar con un vestido que más parecía una camiseta y sentarse en él,
me pregunto cuántas veces habrá caído con mujeres de las cuales ni sabe su
nombre. Su palma apretó mi muslo y me acomodó entre sus piernas, su mano se
coló entre ambas piernas ¿en dónde cree que iba a colocar su pulgar? Bajé su
mano hasta mi rodilla. Dios, ayúdame. Jaló mi cabello y mi cabeza cayó en su
hombro. Mordió debajo de la mandíbula y siguió mordiendo hasta mi clavícula, me
dolía.
-
Me
gusta tu cabello, es tan largo - habló y sentí que mi sentido del olfato moría.
¿Cómo es que alguien toma tanto y no se está cayendo?, sus vellos hacían
cosquillas en mi oreja - ¿Cómo te
llamas?
-
¿Importa
eso ahora? - pregunté torpemente por ser presa de algo extraño que se formaba en
los músculos debajo del estómago y explotaba llenándome el cuerpo de esa
sensación. Me moví de forma involuntaria y escuché de él un Mmm, también lo había oído en películas,
si no me equivoco eso era gemir.
-
Sí,
quiero saber el nombre de quién me va llevar a la cima esta noche - replicó él.
Es el momento. Pasé de estar entre sus piernas a estar encima de ellas,
el vestido se levantó, luché contra mis instintos para no jalar la tela hasta
mis rodillas, tenía que seguir siendo una descarada para él.
Los
hombres pierden la razón cuando les tocan lo que hay entre sus piernas - había dicho, Landon -. Tú nunca lo hagas, no eres de esas
mujeres.
Otra vez fui víctima de esa
sensación extraña, recorrí su pierna izquierda y apreté donde Landon me
prohibió, Justin Bieber volvió a hacer eso con su boca, gemir. Me asustaba de
mí misma. Odié ser la única mujer que se acerca y no sobrepasa la edad de
Justin Bieber que sirviera de ayuda para mi papá.
-
Terminemos
en otro lugar - me avergoncé de mis palabras.
-
Esa
idea me gusta más - Justin se colocó de pie sin despegarse de mi cuerpo - ¿A
dónde me llevas, chica sin nombre?
-
Dame
las llaves de tu auto - pedí. Respiré tranquila cuando él sacó las manos de mí,
aunque esos dedos largos volvieron a la acción mientras intentaba manejar.
Llegué en diez minutos al Mein. Se dio cuenta que estábamos en un
hotel cuando entramos al vestíbulo. Miré de reojo a Charlie, que se hacía pasar
por un recepcionista, asentimos a la misma vez y volví mi concentración a
Justin Bieber.
-
Voy
a pedir la habitación - asintió confundido. El alcohol ya estaba cobrando
factura. Charlie atento a mis movimientos, ya tenía lista la tarjeta de la
habitación.
-
¿Ya
están arriba? - al preguntarlo me di cuenta que temblaba mi labio.
-
Sí,
tú solo tranquila - Charlie el falso recepcionista, empujó la tarjeta.
Justin Bieber parecía serio
como si hubiese despertado de su trance.
-
Tengo
que irme - habló con mucho más facilidad que la de antes. No lo puedo dejar ir.
Lo empujé contra las puertas metálicas y lo aturdí con un beso que solo las
parejas con mucha confianza se dan.
-
Solo
quédate una hora - dije empujándolo dentro del ascensor.
Fueron diez pisos los que tuve
que aguantar a sus manos y a su boca. En la habitación, se había convertido en
un salvaje; me tiró contra el colchón, provocándome dolor por la brusquedad,
trepó encima de mí mordiendo con más fuerza mi cuello y parecía que su
propósito era arrancarme la piel con la boca. La sensación extraña no apareció,
me había llenado con la desesperación.
-
SUÉLTAME
- grité.
Era un grito desesperado y
también era la señal. La puerta del baño se abrió de golpe, respiré en paz
cuando Colton y Roy lo jalaron, ambos golpearon su espalda con la pared, gritó
de dolor, creo que hasta oí los huesos de Justin Bieber crujir.
-
¡Déjenme!
- forcejeó inútilmente, eran dos tamaño mole con un chico de veinte años -
¿Quiénes son? ¿Qué quieren?
-
Cállate,
me desesperan tus gritos - amenazó el de la botas de militar. Roy.
En un segundo creí que estaba
suplicándome que lo ayudara, pero cuando lo miré detalladamente solo había
dolor, furia y confusión. Abrió la boca y gritó:
-
AUXILIO,
AYUDA - Colton golpeó la nunca de Justin con su pistola y su cabeza cayó.
-
Tenemos
que irnos - habló Roy, jalando al desmayado por el brazo.
¿Cómo es posible que un hombre
de veinte años lleve los pantalones caídos? Mis ojos fueron a su espalda, no
podía seguir viéndolo “ahí” sin dejas de incomodarme. Colton y Roy lo
arrastraron por las escaleras de servicio tratándolo como cualquier paquete,
sentí lástima de él y asco por mí. Me había negado a creer que mi papá fue
capaz a mandarme a mí a este tipo de asuntos,
él había jurado cuando yo tenía diez años que yo sería una niña normal alejada
de todas las consecuencias de su vida de narcotraficante y solo era un engaño.
Estaba empezando a hundirme junto a él en su pozo, había engañado a un chico
que solo lo vi en una foto y lo había llevado a su ruina por un motivo que no
sé cuál es.
-
Ten
- Colton me tiró una soga -. ______, amárralo bien.
-
¿Amarrarlo?
¿Yo?
-
Sí,
no quiero que en el aire ese niño sea un fastidio.
El helicóptero negro que nos
esperaba en el techo se confundía en la noche, eché un vistazo hacia abajo y me
arrepentí, estábamos a dieciséis pisos del suelo. Entré al helicóptero, amarré
las muñecas de Justin Bieber por detrás de la espalda cuando despierte le va
doler había excedido la presión en el nudo.
-
Vamos
a despegar ahora - gritó Roy bajo el ruido de las hélices.
Descubrí que tenía terror a las
alturas cuando ya estábamos por los aires. Cerré los ojos y apreté los labios.
Recordé que existían los números, tenía que distraerme. Uno, dos, tres, cuatro,
cinco, seis. Golpe. Siete, ocho nueve, diez. Golpe. Once, doce, trece, catorce,
quince. Otro golpe. Intenté quitar el pie pero me golpeé contra una pared de
metal. Oí una risa.
Justin Bieber tenía los ojos
puestos en los míos junto a una sonrisa frívola, ¿Es posible tener una mirada
dulce con esa sonrisa?
-
Pensé
que no sentías. Quita esa cara de funeral - hizo un gesto de dolor - ¿Qué me
han hecho en la cabeza? Ah, ya recuerdo me golpearon, ¿No pueden ser más
cariñosos conmigo?, creo que les sirvo más vivo que muerto.
-
¿¡______,
qué pasa allá atrás!? - gritó Roy.
-
Nada.
La respuesta salió sin ser
analizada, él podía volver a ser golpeado por mi culpa, no soy una espectadora
grata de la sangre ni de los golpes. Haber crecido en medio de hombres, golpes,
mandatos para asesinar no me habían convertido en una chica ruda yo soy casi
todo lo contrario, con decir que mi mayor sueño era irme de donde vivo con mis
papás a tener una vida como cualquier otro pero nuestro apellido nos condenaba.
-
Así
que, ______ - probó mi nombre con su voz, Justin Bieber parecía ser un hombre
escalofriante por no decir misterioso -. ¿Por qué no me sueltas? Las cuerdas
duelen, no voy a escapar. No soy un suicida como para lanzarme de un
helicóptero.
Helicóptero. Volví a la
realidad, estaba en una máquina a miles de metros de la tierra. Agarré el
asiento metálico, sintiendo que los nudillos se iban a romper.
-
Ya
veo, miedo a las alturas. Desátame para abrasarte, soy bueno consolando a las
chicas.
-
Mantén tu boca cerrada si no quieres llegar
muerto - apareció Colton empuñando su arma.
-
Hazlo
- lo retó provocando a Colton, él apretó más su arma -. Él que se perjudica
eres tú, a tus jefes lo que les importa es que yo esté vivo. Si quisieran
matarme ya lo hubieran hecho.
-
No
me tientes - siseó - . Ten.
Colocó su arma junto a mí.
-
¿Eh?
-
Puedes
dispararle solo no lo mates, este idiota tiene razón, Rocek lo quiere vivo.
-
No
soy idiota, simio - ¿cómo es posible que no se calle si está siendo amenazado?
-
Pensándolo
bien, mátalo. Nos harías un favor a todos - giró y ya no estaba más.
Volví a cerrar los ojos y
apretar el asiento chocando con la pistola, la empujé. Sé empuñar un arma, sé
disparar, se pelear y también sé cómo ser una máquina asesina. Aprendí por
órdenes de mi papá, mi mamá siempre estuvo en desacuerdo pero no decía nada
solo miraba como su hija de catorce años se convertía en un potencial asesino y
experta en mafias y narcotráfico. Yo al igual que mi madre, mantenía mi
desacuerdo ante la violencia en silencio, gracias a Dios jamás tuve que
dispararle alguien o golpearlas solo era un entrenamiento para el futuro y para
mi protección. Sonará tonto pero prefiero ser golpeada antes de golpear a
alguien.
Pisamos tierra alrededor de las
seis de la mañana. Como era de suponerse llevaron a Justin Bieber con mi papá.
-
Quiero
ver a mi papá - le expliqué a Boris, él cuidaba la puerta del cuarto prohibido,
conocido como oficina o escondite de los secretos de mi padre - ¿Por qué no
puedo hacerlo?
-
Él
está ocupado, con el hijo de la basura de Jeremy Bieber.
-
Entiendo.
Salí de la casa, cuando nadie
miraba corrí hacia la parte trasera de la gran casa estilo rural donde todos
vivíamos. Deteniéndome justo donde está el único arbusto alrededor de todas
estas hectáreas de bosque. Jalé el arbusto falso revelando la entrada al
sótano, ese lugar fue clausurado cuando cumplí los quince, era mi lugar
favorito de la casa. Así que junté mis aires de rebeldía propias de la edad y
las uní a las de Ben, él único chico de mi edad que conozco y juntos después de
horas abrimos la entrada e hicimos creer que un arbusto crecía justo en ese
lugar.
-
¿Qué
haces? - asustada volteé y respiré tranquila al saber que el dueño de la voz
solo era Ben -. Escuché cuando hablabas con mi papá, sabía que vendrías aquí.
-
¿Entras
conmigo? - él sonrió.
-
Sabes
que tuvimos la misma idea con venir aquí, yo también quiero saber qué es lo que
va a pasar con ese tal Justin Bieber.
El sótano es un lugar enorme,
lleno de polvo y cosas que no tiene valor ni utilidad. Junto a Ben trepamos una
mesa que daba la apariencia que se caería por el apolillado de su estado, quitó
la caja que cubría una rejilla de ventilación. La rejilla era la ventilación
del cuarto prohibido. No asomé mucho la cabeza por el temor de ser descubierta,
por el rabillo alcanzaba a ver pies en movimiento.
-
¿Me
están utilizando para una venganza política o algo parecido? - esa era la voz sátira
de Justin Bieber - O tal vez solo quieren sacarle dinero a Jeremy aunque no
creo, he oído que como narcotraficante se vive como rey.
Hubo un silencio luego el
sonido de un golpe y un quejido.
-
Sigue
así y te entregaremos por partes - habló mi papá -. Tú vas a servir como
muestra de que el gobierno no va ni a pensar en meterse una vez más con
nosotros, sufrirás hasta que ellos juren que no serán tan idiotas de volver a
mandar aviones del ejército a dispararnos hasta morir.
Ya no quería escuchar más,
salté de la mesa. Nunca iba a olvidar el bombardeo del dieciocho de diciembre
del año pasado, mi hogar se vio atacado. Los gritos, la desesperación y el
horror lo siento cada vez que voy a explorar un poco el bosque, aún siguen los
rastros de sangre de Martha, la madre de Ben. Ella cocinaba aquí, por salvarme
murió, yo estaba en el bosque ajena a todo a punto de morir, tal vez. Pero ella
llegó sacándome de ahí. Lo último que recuerdo es que corríamos juntas y de
pronto estaba sola.
Ben se reincorporó a mi lado en
un salto.
-
Tenemos
que irnos ya, van a traer a ese chico aquí.
-
¿Qué?
-
Corre,
______ - sujetó mi mano y arrastrándome salimos.
Él me llevó por entre los
árboles, donde aligeramos el paso y después entramos a la casa, no había nadie
en el salón principal.
-
El
chico ese es una joyita ¿no?, parece que no tuviera miedo a nada. Es el hijo
del político causante de la muerte de mi mamá y los demás - explicó con asco.
-
¿Qué
crees que le harán?
-
A
lo mucho golpearlo, ya oíste solo lo quieren para que el gobierno deje de meter
sus narices en los asuntos de tu papá.
-
Aquí
estás - Boris se acercó - Lydia quiere verte. ¿Ustedes que hacen así?
No entendía a lo que se
referían hasta que sentí un desprendimiento en mi mano derecha, había estado
agarrada de la mano de Ben todo este tiempo sin darme cuenta.
-
¿Dónde
está mi mamá? - pregunté.
-
Está
esperándote en su cuarto - contestó el papá de Ben.
-
Gracias.
Había olvidado por completo a
mi madre. De seguro estaba preocupada por mí, no me vio desde ayer por la
tarde. Mi papá optó por no decirle nada a ella, solo no quería preocuparla.
Toqué las puertas de la habitación de mis padres, la voz fina de ella dijo que
pasara.
-
Ven,
siéntate - no tardé en obedecer - ¿Estás bien?
-
Sí,
mamá. ¿Tú estás bien?
-
Claro
que no. ¿Cómo esperas que me sienta bien cuando la única hija que me queda es
expuesta de esa manera por su propio padre?
-
Lo
siento… - ella acarició mi espalda tranquilizándome - me cuide mucho, te lo
juro.
-
Lo
sé, lo puedo ver. ¿No has dormido? - negué - duerme aquí. Te voy a despertar
para el almuerzo.
Dormí bajo las caricias de mi
mamá. Ella no era así de preocupada conmigo, desde la muerte de mi hermano
menor ella vive asustada con que algo me pueda pasar a mí, no la culpo yo
también vivo con el miedo de morirme igual que Darrel. La forma en la que murió
fue extraña, solo mi papá estuvo ahí. Cuando Darrel tenía quince lo llevó con
él para que aprenda de como son los negocios y en ese cambio de droga por
dinero le dispararon. Es lo único que sabemos.
Al medio día el sol terminó de
asentarse en el bosque, es agradable almorzar a esa hora porque nosotros
comemos en una mesa que está afuera debajo de un techo de paja y escuchamos a
los pájaros y a los otros animales, la historia es diferente cuando llueve, el
lugar se inunda y comemos adentro.
La mesa está llena a toda hora
que vamos a comer, como dijo Justin Bieber los narcotraficantes viven como
reyes. Somos muchos en esta casa, pero en la mesa que acostumbramos solo
comemos siete; mis papás, los tres hombres de confianza de mi papá, Ben y yo.
Desde que tengo memoria mi papá siempre se ha sentado en el extremo y Darrel en
el otro, ahora la silla de él está vacía, nadie se sienta ahí.
-
Hija
- llamó mi papá -, no tuve tiempo de decirte que lo hiciste muy bien. Me
sorprendiste.
-
Gra…
-
De
eso quería hablarte yo. Tú no aprendes de las experiencias, Rocek. ¿Qué pasaba
si le sucedía algo a nuestra hija?
Ben compartió una mirada
conmigo. Luego codeó a su papá para que interviniera y este codeó a Colton, él
entendió y habló:
-
Lydia,
si me lo permites. Roy y yo estábamos vigilando, nada malo le podría suceder a
______.
-
Además
de que ese idiota no podía hacerle nada y así sucediera ella sabe defenderse,
no se olvide que Rocek le enseñó a defenderse - acotó Roy.
-
Ya
ves, mujer. Nuestra hija ha estado bien y ahora está aquí contigo, eso es lo
que importa.
Sabía que eso no tranquilizaría
a mi madre, todo lo que le dijeran no lograría calmarla, ella nunca se
recuperaría del miedo de perder a otro hijo. A la mitad del almuerzo Olga, el
remplazo de Martha, vino hacia mi papá con una bandeja de comida con aspecto de
haber estado guardado hace semanas. Era la comida de Justin Bieber.
-
No
le des cubiertos, va comer como lo que es, un animal - había dicho él.
El almuerzo había terminado,
mientras todos se levantaban yo introduje un tenedor en la manga de la
sudadera. Los adultos se fueron más rápido, esperé a que Ben les siguiera el
paso pero se quedó a mi lado.
-
Pensé
en ir a ver a los pájaros bebés que encontramos el jueves, ¿vienes?
-
No,
mi mamá está esperándome aún sigue preocupada - sorprendida de mi facilidad
para mentir, sonreí. -. Tú ve, después me cuentas como están los pájaros.
-
Está
bien, nos vemos.
Luego de que su figura se
perdiera entre los enormes árboles corrí por segunda vez al sótano, el arbusto
ya no estaba. Prendí la luz, todavía no descubría el misterio de cómo es que
llegaba la energía a esta casa que está en el medio de la nada.
Justin Bieber estaba sentado
junto a la mesa, su comida estaba intacta. Saqué el tenedor.
-
Ten.
Observó el tenedor y luego a
mí, imitó ese proceso dos veces más. Y con una risa echó la cabeza contra la
silla, la poca luz que entraba por la rejilla iluminó su cara manchada de
sangre, tenía una ceja abierta.
-
Estás
herido - no sé porque me sorprendía, yo estaba acostumbrada a la gente herida y
muerta.
-
Dime
algo que no haya descubierto por mí mismo - limpió la sangre de su labio -,
agradezco tu compasión de traerme un tenedor pero sin manos esa cosa es inútil.
-
¿Sin
manos?
-
Niña,
estoy atado - agitó los hombros.
-
No
puedo desatarte - él podría escapar -. Voy a buscar algo con que limpiarte.
Al extremo del lugar, había
cajas más pequeñas, pertenecientes a mí, eran cosas que ya no usaba pero
deseaba atesorar. Envolviendo a una muñeca estaba una toalla pequeña, con algo
de esperanza busqué agua oxigenada o alcohol sabiendo que no iba a encontrarlos
aquí abajo. Regresé a su lado solo con la toalla de las super-poderosas.
-
¿Sabes
quién soy? - preguntó entrecerrando los ojos.
-
Sí,
Justin Bieber.
-
Exacto,
el hijo del maldito que dio la orden de asesinar a todos los que conoces, lo
admito es una buena venganza solo que ese señor no le interesa que su hijo esté
vivo o no, un poco más de investigación les ahorraría todo el alboroto. Y solo
dime Justin, yo no tengo apellido, ¿entiendes? - asentí.
Escapando de su mirada, mojé la
punta de la toalla en el vaso de agua. Mi toalla favorita de niña se manchó de
sangre. Ya no importaba. Volví a echar agua en la toalla, esta vez para su
ceja.
-
Estás
desperdiciando lo poco de agua que tengo - se quejó molesto.
-
Lo
lamento.
-
Cállate,
eres demasiado molesta. Solo sigue limpiando.
Terminé en el menor tiempo que
pude. Su voz, su presencia, todo él era demasiado escalofriante. Guardé la
toalla en las cajas de la mesa, dispuesta a irme.
-
Espera,
llévate el tenedor. Debo creer que estás aquí de incógnita, si vas a hacer algo
hazlo bien. Estoy ayudándote a que no te maten, a tu papá no le gustaría saber
que me ayudaste.
-
¿Gracias?
-
No,
las gracias guárdatelas para cuando te hagan un favor - él y yo hablábamos
diferentes idiomas, no lograba entender a lo que se refería -. Mañana me vas a
traer algo decente para comer, no la porquería que hacen pasar por comida, si
no estás aquí para el desayuno yo hablo.
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¡Volví! Se siente tan bien volver a subir, me tomé algunos días en volver a subir porque quería estar unos
días sin hacer nada. Pero ya volví, calculando creo y confío en que el próximo capítulo este en tres días.
Que tengan un buen días :))